“Hágase la luz.” De este mandamiento de Dios en el libro de Génesis – el primero en el recuento bíblico de la creación – viene la esperanza para una energía justa y sostenible en el futuro.
Esta esperanza es la luz de la razón elevada por la luz de la fe.
En 1990, el Papa San Juan Pablo II escribió, “Hoy, la crisis ambiental ha llegado a tales proporciones que se ha convertido en la responsabilidad moral de todos.” Con nuestro creciente conocimiento sobre los modos y las causas del cambio climático antropogénico y las grandes injusticias sociales y los impactos económicos de nuestras preferencias energéticas, las personas cada vez más buscan cumplir su responsabilidad moral de dirigirse a los peores impactos – al igual que las causas – de cómo proveer energía al mundo.
Los principales autores de este documento, Tradiciones morales católicas y energía ética para el siglo 21 (Revista de Teología Moral) son residentes de los Estados Unidos y estudiosos de teología católica, enseñanza social católica y ética ambiental. Procuramos unir lo que el Papa Benedicto XVI llamó “el problema energético” con la ayuda de una declaración autoritaria hecha en el 1981 por los obispos de los Estados Unidos, “Reflexiones sobre la crisis de energía.”
Con ese documento como nuestro guía, ofrecemos una propuesta de artículos de acción que reflejan la creciente atención eclesiástica, estudiosa y práctica a estos temas como se presentan hoy en día.
Sin embargo, no podemos ni deseamos actualizar la verdad eterna que enseñaban los obispos: la fundación de la ética de la energía es seguir el mandamiento de Cristo de amarnos el uno al otro (Jn. 15:17). La pregunta de qué le da energía a las sociedades en el siglo 21 no es solo un tema de tecnología o de economía; es acerca de amor por nuestro Creador y amor por nuestras criaturas semejantes, especialmente presente y futuras generaciones que son más vulnerables a los efectos adversos de política energética.
Para poder cumplir con este mandamiento en las esferas modernas de producción de energía, distribución y uso, los obispos de los EE.UU. ofrecieron seis principios. Nosotros agregamos un número siete.
Los obispos específicamente nos piden:
- Apreciar y proteger la vida como un regalo de Dios.
- Aceptar una parte apropiada de la responsabilidad del bienestar de la creación.
- Vivir en solidaridad con otros por un bien común, es decir, el sustento de una Tierra abundante.
- Luchar por la justicia en la sociedad.
- Poner atención especial a las necesidades de los pobres y miembros de grupos minoritarios.
- Contribuir a la extensa participación en procesos de tomar decisiones.
A esta liste agregamos 7. Emplear prudencia tecnológica. Esto refuerza el pensamiento de muchos intelectuales católicos y los temas conocidos del siglo 21. Prudencia tecnológica – que es una manera moderna de vivir una antigua virtud – quiere decir en parte no ser tentado por una “fe en progreso” idólatra que cree que la ciencia le permitiría a los humanos crear “un mundo totalmente nuevo” o resolver todos los problemas.
Como personas que expresamos la fe cristiana católica, sabemos que solo la gracia de Dios inspira al corazón humano a hacer todas las cosas nuevas.
Estos siete principios que enumeramos nos ayudan a usar una ciencia rigurosa que, cuando iluminada por la luz de la fe, nos ofrece caminos para entender mejor nuestras políticas actuales de energía y el peligro del uso histórico de combustibles de fósiles. Estos principios también nos ayudan a determinar qué se necesita para un justo y sostenible futuro y nos ayudan a tomar decisiones saludables acerca de lo que necesitamos hacer para llegar de aquí a allá.
Dirigiendo mucha de esta conversación es el cambio climático antropogénito.
Sabemos que a pesar de que los combustibles de fósiles han facilitado el crecimiento en la riqueza global, los productos derivados de su combustión durante los pasados doscientos años están estropeando los sistemas climáticos globales. Esto ha tenido un impacto significativo en los pobres – especialmente en personas que no se han beneficiado del uso global del desarrollo de combustibles de fósiles. También sabemos que el extracto y la producción de estos recursos de combustibles causan una gran cantidad de impactos positivos y negativos en economías, sustentos y ambientes mundialmente. Usando una combinación de fe y razón, debemos encontrar nuevas maneras de obtener el bien sin el daño que causan los combustibles de fósiles.
Podemos y debemos en encontrar estas maneras siguiendo una enseñanza tradicional católica: poner el bien común de la nación, toda la población y la Tierra, sobre intereses locales y lujo privado, siempre que el costo incluya impactos climáticos y otros similares sobre nuestros vecinos vulnerables. Prácticamente, esto quiere decir considerar los pros y los contras de combustibles actuales — especialmente combustibles “puentes” como gas natural y energía nuclear. Actuar por el bien común, a largo plazo, quiere decir invertir ahora en energías actualmente disponibles y renovables y ofrecerles a los tres billones de gente más pobre del mundo maneras limpias, convenientes de calentar sus hogares, cocinar sus alimentos y llevar luz a su mundo.
Estamos seguros que nuestra conclusión – la necesidad de rápidamente convertirnos a energías renovables – está en el ámbito de posibilidades económicas. Este reto es similar al proyecto espacial Apolo y la eliminación de la viruela que fueron los logros de generaciones previas.
Sin embargo, estas soluciones van más allá de la economía.
Buscando poner en práctica la comprensión de las enseñanzas católicas, los fieles pueden y deben luchar por un futuro más justo y sostenible a través de las prácticas espirituales que reaniman una pasión por el renacer de toda vida. Aquellos que carecen de los recursos para cumplir con sus necesidades más básicas repiten esta plegaria para encontrarse con Dios y la belleza de la creación. Porque al ser creados a la imagen de Dios, también estamos llamados a semejar la creatividad de Dios, como co-creadores de belleza y maneras sostenibles de vivir – a través de fronteras geográficas y futuras generaciones.
En otras palabras, estamos llamados hoy a entrar a un mundo cada vez más oscuro y traer la luz.